La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI)- agencia especializada de la ONU encargada de promover la protección de la propiedad intelectual- informa anualmente sobre la cada vez mayor tendencia, por parte de las empresas del sector no agrícola, de invertir más en activos intangibles, como por ejemplo: la reputación corporativa, advertising, entrenamiento de personal, nuevos modelos de negocios, know-how y Propiedad Intelectual.
Esta tendencia se debe a la rentabilidad que representan los activos intangibles, así se demuestra en el Informe Mundial sobre la Propiedad Intelectual en 2017: Capital Intangible en las Cadenas Globales de Valor (OMPI). En este estudio se analizó a una cuarta parte de la produccion mundial y se desglosaron los ingresos atribuibles a mano de obra, capital tangible y el capital intangible utilizados en dichos procesos productivos; el principal hallazgo fue que el capital intangible representó de promedio un 30,4% a lo largo del periodo 2000-2014, siendo casi el doble del capital tangible.
Y es que durante los últimos años se ha estudiado prolíficamente el impacto de la propiedad intelectual (PI) en el desarrollo económico y social de los países, llegando a comprenderse su importancia como una herramienta fundamental para incentivar la innovación y el crecimiento económico. Aunque no han faltado voces contrastantes que abogan por el libre acceso a la información y al conocimiento, viendo en la propiedad intelectual un arma contra la creatividad e incluso contra los derechos humanos.
Pero ¿qué es la propiedad intelectual? La OMPI reconoce a la PI como los derechos legales que resultan de la actividad intelectual en los campos industriales, científicos, literarios y artísticos. Estas creaciones de la mente están divididas en dos grandes vertientes: los derechos de autor que protegen la expresión de las ideas a través de obras: literarias, artísticas, musicales, dramáticas, cinematográficas, fotográficas, traducciones, adaptaciones y softwares. Y el derecho industrial que protege las invenciones (entiéndase Patentes); los modelos de utilidad; los dibujos y modelos industriales; las marcas, apariencias y nombres comerciales; las indicaciones Geográficas y las Marcas Colectivas.
Casos especiales, pero también PI, son las obtenciones vegetales que se rigen por un sistema de protección aparte. Así como los conocimientos ancestrales que se refieren en su sentido amplio a las expresiones creativas tradicionales y los conocimientos de comunidades transmitidos de generación a generación, que gozan de un sistema de protección específico y son parte de la agenda de la OMPI.
Proteger estas formas de actividad intelectual incentiva la creatividad y el desarrollo económico ya que procura beneficios económicos a los autores, inventores e investigadores durante un determinado periodo de tiempo y un territorio específico. Para la producción artística nacional, los derechos de autor, le garantizan la justa retribución por su labor evitando la piratería. Pero, especial atención merece la propiedad industrial, pues actualmente se capacita a los pequeños productores para usar las marcas colectivas o las indicaciones geográficas como una poderosa estrategia de diferenciación. Además, las MIPYMES pueden utilizar todo el potencial que el registro de una marca conlleva para agregar valor a sus productos y servicios.
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